sábado, 4 de abril de 2009

Fría tarde de febrero

Dolor, rabia, despecho, tristeza;

quemaban lentamente mis entrañas

y llenaban de odio mi cabeza.


Amor, que mueres entristecido,

no puedes ya pensar en más batallas

porque estás muerto sin haber nacido.


Las calles se estrechaban a mi paso,

y el cielo lloraba sin aliento,

aunque aparentemente estaba raso.


Corazón, que vives desconsolado

desde aquella fría tarde de febrero,

sientes, en el fondo, estar parado.


Una lágrima asomó a mi mejilla,

y en ese momento comprendí

que jamás volvería a ser una chiquilla.


El alma muta a un alma en pena,

con un único y desperado anhelo:

vivir eternamente sin consuelo,

y yacer para siempre en tus arenas.


Mi vida vagará, lejos, sin rumbo,

y sólo un aliciente tendrá:

reencontrarse con tu alma por el mundo

No hay comentarios:

Publicar un comentario