Sucedió en abril, cuando aún vivían
caprichos de un invierno retrasado.
La lluvia acompañaba a la ventisca;
el mar era depósito del llanto.
Tiñó de gris el cielo la desdicha
que vino a sorprendernos sin resguardo
posible en cualquier lado de la vía.
Y tardes adelante nos marchamos
todos: el frío, el viento, la llovizna,
tus ojos, mi locura, nuestras manos.
El sol volvió, ladrón, sin avisarnos,
el calor se hizo dueño de los días,
mas el recuerdo de abril no derretía:
tú y yo, bajo el temporal, besándonos.
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