martes, 21 de diciembre de 2010

La verdad de las verdades

El silencio me mata. Es lo único que realmente acaba por destrozarme, y también lo único que me atrae hacia sí de una forma completamente masoquista. A veces me callo para parecer interesante y otras por no herir a los demás, por no herirme a mí misma sacando una realidad que me golpea. Uno aprende a permanecer callado y acaba por convertirse en un auténtico vicio eso de guardar secretos. Éstos se van hinchando, y junto a ellos el silencio, hasta que un día terminan por explotarte, como los tímpanos. No sé cuál ha sido la razón, tal vez esa lluvia impertinente que me ha mojado el cristal de las gafas por la mañana, o el dolor de oídos, o la fiebre, pero el caso es que hoy el silencio ha explotado. Y no puedo hablar con nadie, por eso transcribo mis gritos...

Este año ha sido horriblemente desesperanzador para todo. Sueños, ilusiones, proyectos de futuro, decisiones erróneas. Fracasos constantes, uno tras otro. Ningún triunfo y nada para recordar. Queda todo por olvidar aún. Ser consciente de que no estás sola porque quieres, sino porque no encajas. Saber que no eres más que una herramienta para que los demás obtengan beneficios... y callarte (las tontas útiles no hablan). Entregar todo sin recibir un "gracias". Aceptar y seguir comiéndote la mierda de los demás... y que la tuya sea sólo tuya, que no tengas derecho a una palmadita en la espalda... "total, si a ti todo te da lo mismo" (pues ojalá fuera así y espero que lo termine siendo).

Y luego estás tú, controlando mis pasos desde las sombras, sabiéndote con ventaja. Que sepas que desde que me dejaste todo me va como el culo, por si te interesa. Tú y tus convicciones... menuda combinación venenosa. ¡Tan fácil fue quererte y tan difícil derribarte! Me has arruinado la vida, buen hombre. Me remuerde la conciencia por todo lo que hice para ayudarte a hundirme. Antes de ti pensaba que tenía dignidad... ¡qué equivocación, por Dios! Sólo puedo sentir repulsión, vergüenza, odio por ti y todo lo que te rodea. Mi más sincero rencor hacia ti, para que vuele desde Alcobendas y te busque en un rincón de la vieja Castilla. Tómalo como el último regalo.

No busques buenos propósitos en mí para el Año Nuevo. Todo va a seguir igual... o incluso peor.


Y no sé si es la fiebre o el dolor de oídos, pero no me quedan ganas de seguir escupiendo la verdad.